Hablé en su momento del cambio de marca de Facebook a Meta, y por estos lares, Juanjo analizó el impacto reputacional de la misma.
A fin de cuentas, el movimiento era estratégico para la compañía, sabedora que sus dominios sociales están cada vez más en entredicho, y que su modelo de negocio ha sido, y sigue siendo, el de la copia o compra de todo aquello que le pueda hacer sombra.
- Facebook como plataforma nació precisamente del robo de propiedad intelectual que Zuckerberg hizo a los dos gemelos que estudiaban en su misma universidad.
- WhatsApp fue comprada después de intentar por activa y por pasiva robarle protagonismo con su copia, Messenger.
- Instagram fue también comprada justo antes de que volverse el Facebook-killer.
- Snapchat intentaron comprarla hasta en tres ocasiones, y tras la negativa de sus creadores, copiaron su formato (las stories) y lo pusieron en el resto de aplicaciones de la compañía, parasitando su negocio.
- TikTok es otro ejemplo de app que han intentado comprar, y que al no poder, han copiado hasta la saciedad con los reels.
- Y ahora mismo, de hecho, está ocurriendo exactamente lo mismo con BeReal, copiando su formato (un vídeo improvisado cada día con la cámara delantera y trasera) con un formato aún en beta para algunos mercados.
Bajo este prisma, y a sabiendas que la marca Facebook está muy desgastada reputacionalmente hablando (demasiados años haciendo las cosas mal), el cambio a Meta era justo lo que la empresa necesita, intentando calar en la idea de que la Facebook de ahora ya no se dedica a las redes sociales, sino al metaverso.
¿El problema?
Pues que plantea hacerlo siguiendo con el mismo modelo de negocio.
Uno incompatible con la esencia de un metaverso.
Me explico.
El metaverso es descentralización, transparencia y código abierto
En la imagen que acompaña estas palabras ves un resumen que en su día publicaron por Future.com (EN) intentando sintetizar qué hacía diferente el metaverso de los mundos virtuales que ya tenemos desde hace décadas por estos lares.
Como puedes ver, había diferentes puntos, pero tres de ellos son fundamentales para definir qué es un metaverso:
- Descentralizado.
- Transparente.
- Open source.
Todo debido a que los pilares tecnológicos donde se asienta cualquier sistema de metaverso parten de la esencia de la Web 3.0, es decir, de tecnologías como blockchain que permiten a cualquiera auditar un sistema que no depende de un órgano central, sino de la propia comunidad. Comunidad que, por supuesto, puede ser producto y consumidor de la red debido a que la tecnología es abierta y pública.
Por contra, el metaverso que propone Zuckerberg es un entorno centralizado y opaco, en el que únicamente Meta, la compañía, tiene control sobre lo que se hace y ocurre en el mismo.
Y da igual si utiliza o no redes blockchain o tecnologías abiertas, porque para operar requerirá que la empresa decida unilateralmente qué deja expuesto a escrutinio de terceros y qué no.
A nivel de negocio, por supuesto, esta decisión es positiva. A fin de cuentas, la idea que tiene Meta es que la gente que se sume a su metaverso tenga que pagar un % de comisión a la compañía. Exactamente igual que funciona hoy en día el resto de sus redes sociales.
Pero recalco que la base, los pilares de ese futuro metaverso de Meta, no son más que crear un entorno centralizado y propietario bajo el único control de la compañía.
No es un metaverso. Es otra red social, o un videojuego.
Y puede que acabe estando genial para pasar el rato (lo dudo, pero oye, quien sabe), pero ni de lejos debería ser el espacio donde el día de mañana queramos pasar buena parte de nuestro tiempo.
Sabedores de esto, los de Meta intentan redirigir el discurso a derroteros que ellos sí pueden controlar, como es el diseño de los avatares y espacios virtuales (tonterías gráficas, a fin de cuentas), y la supuesta importancia del hardware, que de nuevo son meras cortinas de humo a la esencia de lo que hace o no a algo ser un metaverso.
Así que no. Meta no será garante del metaverso. Lo será, en todo caso, de su futura plataforma virtual, que de metaverso tendrá únicamente el nombre.
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Pablo F. Iglesias es un empresario e inversor español especializado en la Consultoría de Presencia Digital y Reputación Online, fundador de la agencia de reputación CyberBrainers, de la startup EliminamosContenido, y del sello editorial Ediciones PY. Además, es un reconocido escritor con su saga de ciencia ficción "25+1 Relatos Distópicos" y "Historias Conectadas", y la colección de fantasía épica "Memorias de Árganon". Dedica sus "horas libres" a concienciar sobre las oportunidades y riesgos del entorno digital, ya sea en charlas, talleres, sus escritos en blogs y las colaboraciones con medios de comunicación.