Apenas hace un par de semanas Elon Musk se quejaba de que Twitter había perdido «su aquel», volviéndose una red moderada donde la libertad de expresión brillaba por su ausencia, y parecía interesado a seguir los pasos de Donald Trump montando su propia plataforma (EN).
Sin embargo, desde hace unas horas sabemos que el bueno de Musk ha decidido tirar por otros lares. Ha comprado casi el 10% de Twitter (EN), transformándose así en el principal accionista de la red de microblogging.
¿Qué puede llevar al hombre más rico del mundo a comprar tal participación en un servicio como Twitter?
La primera parada obvia es la necesidad de «deshacerse» de esos casi 3.000 millones de dólares que tenía en liquidez tras la venta de sus acciones en Tesla, y por doble partida:
- Desde la óptica de un empresario multimillonario, tener dinero en efectivo es una mala estrategia, habida cuenta de que no está produciendo.
- Además, el tenerlo le supondrá pagar muchísimos más impuestos que si lo tiene en circulación.
A nivel puramente de inversión, por otra parte, Twitter tampoco parece el negocio del siglo. Desde su salida a bolsa en noviembre de 2013, las acciones se han revalorizado «solo» un 29%, contando el subidón de este último día al conocerse la inversión de Musk. Que por supuesto puede parecer mucho, pero que ni de lejos es la tónica del mundo tecnológico, con ejemplos de la talla de Amazon (192,822%), Apple (221,431%) o Alphabet (5,184%).
Queda una última lectura, y es el potencial interés que pueda tener alguien como Musk en influir de forma directa en el roadmap de una plataforma que para muchos es considerada el pulso informativo de la sociedad, y que él mismo utiliza como principal canal de comunicación con el resto del mundo.
Para Musk, que es fiel defensor de la libertad absoluta de opinión, la deriva hacia la moderación a la que ha llevado buena parte de las regulaciones geográficas a Twitter, es vista como un problema, y probablemente como inversor principal sirva de contrapunto interno hacia futuros movimientos en esta línea.
Un tema del cual ya nos hemos pronunciado en alguna que otra ocasión, y que al menos desde mi punto de vista, no tiene una única lectura.
Ejemplos como lo vivido con Donald Trump son fiel reflejo del riesgo que tiene dar voz a personajes que no tienen problema alguno en mentir descaradamente con fines claramente dañinos para los intereses del grueso de la sociedad, alienando a un porcentaje significativo de ella contra el resto.
Y por otro lado, perseguir, moderar o censurar estos movimientos supone, de facto, aceptar la editorialización de esas plataformas que llevan años vanagloriándose de neutrales, y que en esencia, bien sea buscando objetivos tan loables como crear un entorno informativo menos libre de sesgos y astroturfing, bien sea por la pura necesidad de cumplir las regulaciones de uno u otro país, se ven obligados a hacer de gestores de lo que se puede o no decir en su plataforma.
Con la entrada de Musk en el accionariado, veremos qué potencial impacto, para bien y para mal, podrá tener en la que sigue siendo hoy en día la gran plataforma de información en tiempo real.
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Pablo F. Iglesias es un empresario e inversor español especializado en la Consultoría de Presencia Digital y Reputación Online, fundador de la agencia de reputación CyberBrainers, de la startup EliminamosContenido, y del sello editorial Ediciones PY. Además, es un reconocido escritor con su saga de ciencia ficción "25+1 Relatos Distópicos" y "Historias Conectadas", y la colección de fantasía épica "Memorias de Árganon". Dedica sus "horas libres" a concienciar sobre las oportunidades y riesgos del entorno digital, ya sea en charlas, talleres, sus escritos en blogs y las colaboraciones con medios de comunicación.